Javier Rico
El parque Emperatriz María de Austria (o parque Sur), el mayor del distrito de Carabanchel, ya ha pasado en alguna ocasión por estas páginas digitales de A ver Aves. Los que no habían pasado aún por aquí eran los escolares y familias que se apuntan a recorrerlo para sacarle jugo a nuestros safaris urbanos en busca de la fauna alada. El pasado sábado familias del ampa del Colegio Arenales nos acompañaron y, como ha ocurrido con otros grupos, se volvieron a sorprender de que todas las especies que vimos y oímos estuvieran ahí siempre. Incluso los visitantes más asiduos de este parque se admiraron de la presencia del pito real y los pinzones vulgares. ¿El frío? Casi ni nos enteramos.
El avistamiento en número de especies se vio lastrado porque el estanque del parque está prácticamente seco debido a un mal mantenimiento del mismo. Allí donde solo dimos con las lavanderas cascadeñas y blancas ha habido momentos en que se agolpaban ánades azulones, gaviotas reidoras y sombrías y algún tarro canelo “sospechoso”, por aquello de que proceda de alguna suelta o escape y no de un origen natural. Dio lo mismo, para cualquier neófito o neófita en la materia ya supone un importante punto de atención y atracción contemplar las diferencias entre un gorrión molinero y un gorrión común y pararse a escuchar y distinguir un petirrojo de un carbonero común.
Los más pequeños de la partida, niños y niñas entre 6 a 10 años, también nos dieron unas cuantas lecciones de saber estar y escuchar. No se nos olvida la atención prestada a las explicaciones de por qué Cigu es la mascota de A ver Aves. Incluso madres y padres se sorprendían por el auditorio tan concentrado que formaban sus hijos. Gran parte del mérito lo tienen las aves, capaces de llenar de historias, noticias y leyendas cualquier recorrido, sea por el Parque Nacional de Guadarrama o por el parque del barrio.
¿Momentos culminantes en cuanto a especies? El avistamiento de una pareja de pitos reales en una de las praderas del parque. Estuvieron el tiempo suficiente rastreando y picoteando en el suelo en busca de invertebrados como para verlos con los prismáticos, “reverlos” con los telescopios, admirar en vivo y con las guías de aves en la mano la belleza de su plumaje y aprovechar la ocasión para compartir un chocolate calentito (gentileza del ampa) y volver a mirar por los telescopios para despedirnos de los pájaros carpinteros más urbanos.
El segundo momentazo (primero por orden de aparición) nos lo ofreció la rapaz también más urbana a las mismas puertas del Colegio Arenales, en la conocida avenida de Los Poblados. Sin movernos de dichas puertas ya habíamos dado con gorriones comunes, urracas y lavanderas cascadeñas. Poco después seguimos con la mirada a una paloma torcaz que se situó en la repisa más alta de un edificio. Al poco, huyó despavorida y un cernícalo vulgar ocupó su lugar. Comentarios de admiración y extrañeza salpicaron a la concurrencia: kilómetro cero del recorrido y habíamos visto cinco especies y entre ellas una rapaz. Estaba claro que lo que bien empieza, bien acaba. Y así fue.
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