“Aquí no hay casi aves”. La misma cantinela de siempre

Aver Aves está de vuelta. Reactivamos este blog tras unas semanas de parón con la crónica de una visita a otro parque madrileño con encanto “biodiverso” (no le faltan aves, por supuesto) y con amplias posibilidades de compartir sus valores con escolares de colegios cercanos. La zona verde en cuestión es el parque de Breogán, pegado a la M-30, en el barrio de La Guindalera. Otra vez, ante nuestra presencia con prismáticos y telescopios, un visitante habitual se para y nos dice: “aquí no hay casi aves, tenéis que ir a la Quinta de los Molinos”. ¡Ay si le oyen los activos papamoscas cerrojillos que nos encontramos por doquier!

Joven de papamoscas cerrojillo en el parque de Breogán

Distrito de Salamanca, barrio de La Guindalera, limítrofe con la M-30. Estas son las coordenadas de un parque en el que, como ocurre en otros muchos, la presencia de pistas deportivas, áreas infantiles y calles que lo cortan disuade de pensar que aquí también cuenta y mucho la biodiversidad urbana. Nos fijamos en las aves, como es lógico por nuestro objetivo didáctico principal, pero encontrar un hermoso alcornoque a escasos metros del asfalto o casi emboscarse entre un seto abigarrado de adelfas y rosales depara también momentos intensos y aleccionadores que casi anulan el incesante ruido de los coches circulando por la M-30.

Un frondoso adelfal casi hace olvidar que a cinco metros está la M-30

Pero en esta época de preparación migratoria de muchas aves que nos visitan en el verano para su reproducción, lo que nos sorprendió a Aver Aves fueron las evoluciones de los papamoscas cerrojillos. De tamaño algo más pequeño que un gorrión, la librea de un macho adulto en verano es muy llamativa, con blancos y negros destacados. Lo que vimos en el parque de Breogán eran jóvenes, menos llamativos en su plumaje pero igual de activos, con vuelos cortos y constantes de los árboles al suelo, atiborrándose de invertebrados que les proporcionen la suficiente energía antes de emprender el vuelo hacia África.

Estamos deseando compartir estos descubrimientos, con los añadidos sobre periplos migratorios y comportamientos reproductores y de alimentación, con los escolares que nos acompañen en el nuevo curso que empieza. Lógicamente, el papamoscas cerrojillo no estaba solo. Entre sus compañeros de clase animal estaban los habituales más reconocidos: mirlo, estornino, urraca, cotorra argentina, gorrión común y palomas torcaz y doméstica. Y, por supuesto, los que pasan desapercibidos para la gran mayoría de personas: el cada vez más ubicuo agateador común, carbonero garrapino, petirrojo, herrerillo…

Zona de pinar de este parque situado en el barrio de La Guindalera

El instituto Clara del Rey y los colegios La Guindalera, Carlos V, Menesiano, Casa de la Virgen, Montpellier y, algo más alejados, Nuestra Señora de la Concepción y Obispo Perelló (estos dos con posibilidad de enlazar la ruta con el parque de Calero) tienen la oportunidad de apuntar a sus alumnos y alumnas a una actividad con Aver Aves y conocer y disfrutar de cerca esta realidad tan desconocida y poco apreciada.

Sí, amigo corredor (nuestro improvisado interlocutor corría por el parque de Breogán), en la Quinta de los Molinos (otra importante área verde urbana de la capital) seguro que hay una mayor variedad y notoriedad de aves, pero para aprender sobre biodiversidad y tomar contacto con la naturaleza vale el jardín situado a la puerta de casa o del cole. Para vivirlo hay salir, pararse, escuchar, mirar y comenzar a gozar con el papamoscas cerrojillo ahora o con el mosquitero común, el piquituerto y el lúgano cuando llegue el invierno. Las aves siempre están ahí, solo hay que aprender a mirarlas y aprender con ellas.

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