El título tiene algo de trampa, pero poca. Hablamos de una casa situada a las afueras de un pueblo, Peñacaballera, en plena sierra de Béjar (Salamanca), y con una pequeña parcela salpicada de ciruelos, perales, avellanos, cerezos, un almendro, rosales y un murete tupido de hiedra y otro de musgo. Sin salir de estos contornos hogareños llevamos contabilizadas 38 especies de aves, desde carboneros comunes a buitres negros. Sí, hablamos de un entorno natural perfilado por el valle del río Cuerpo de Hombre y bosques de castaños y robles, pero la gran mayoría de las personas (incluso del pueblo) a las que les contamos los éxitos de nuestra identificación no puede evitar un asomo de sorpresa. Muchos nos dicen: “ir a Monfragüe, que allí sí que hay aves”. ¿De qué nos suena esto?