Del metro del buitre negro a los once centímetros del herrerillo

El mundo de las aves es maravilloso, también en la ciudad. Este mensaje, que no nos cansamos de repetir en cada una de nuestras salidas, es tan cierto como que lo vivimos ruta a ruta, donde podemos observar al ave de mayor envergadura alar de Europa, el buitre negro, y, acto seguido, a pocos metros, a un ser alado de escasos once centímetros, el herrerillo común. Y a partir de ahí: ver tres especies de palomas donde el resto de personas ve “una normal”, observar cómo una garza real pesca y engulle una carpa, deleitarse con la exhibición de belleza de una abubilla o asombrarse con el afán de un pico picapinos en repiquetear y extraer todo tipo de alimentos del tronco de un álamo. 

La envergadura alar del buitre negro (casi tres metros) nos ha sorprendido en más de una ruta urbana por la ciudad de Madrid

Pocas personas que nos rodeaban, incluidos grupos de turistas, entendían que mientras ellas atendían las explicaciones de los guías o centraban su mirada en el porte arquitectónico de la Catedral de la Almudena o el Palacio de Oriente, en pleno centro histórico de Madrid, nosotras enfocáramos los prismáticos al cielo. “¿Qué verán?”, se preguntarían. Pues, entre otros, al ave de mayor envergadura alar de Europa (casi tres metros de punta a punta del ala y un metro de altura), el buitre negro, y a un grupo de milanos negros recién llegados en migración desde África.

Todo lo anterior lo vivimos durante un recorrido de prospección de cara a una futura ruta de Aver Aves entre los jardines y parques de Larra, Emir Mohamed I, Cuesta de la Vega y Atenas. Nadie más de esas personas que teníamos al lado lo vivió. Lógicamente, iban a otra cosa, pero seguro que habrían enriquecido más su visita si a los valores culturales que admiraban añaden valores naturales como los mencionados, o como los verdecillos, verderones, mirlos, vencejos, carboneros o herrerillos que tenían al lado.

Del herrerillo común seguimos hablando. Es cierto que en más de una ruta de Aver Aves, sea con familias, escolares o grupos de adultos, hemos visto al ave más pequeña de Europa, el reyezuelo listado, de apenas nueve centímetros, pero en las rutas con escolares nos topamos casi a diario con otra pequeña belleza alada: el herrerillo común, de apenas once centímetros. Para ponerlo en perspectiva hay que recordar que el gorrión común mide quince centímetros.

El herrerillo común, con su bello plumaje y su diminuto cuerpo, es una de las especies asiduas de nuestras rutas

El grupo de escolares del instituto de secundaria El Espinillo de Villaverde se maravillaba no solo por la observación del equilibrista herrerillo, sino porque desde que comenzamos el recorrido entre Madrid Río y la Casa de Campo –unas dos horas– habían visto u oído al menos una seis especies de aves que hasta entonces les habían pasado por gorriones comunes. Lo mismo que les ocurre a la gran mayoría de las personas con las que nos cruzamos.

Pero no, ni son gorriones el herrerillo común, ni el carbonero común, ni el verdecillo, ni el avión roquero, ni el cetia ruiseñor, ni por supuesto el gorrión molinero. Ni tampoco son “patos”, aunque estén en el agua, zampullines, fochas o gallinetas. Ni por supuesto la garza real que nos asombró a todo el grupo del IES El Espinillo pescando una carpa, golpeándola para inmovilizarla, mojándola, desmenuzándola y colocándola para que entrara mejor por su tracto digestivo y, finalmente, engulléndola.

“¡Esto parece National Geographic!”, exclamaba con entusiasmo el alumnado de El Espinillo. Parecidas exclamaciones expresaban las familias de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos del CEIP Maestro Padilla. Con ellas hicimos un recorrido entre los parques Pinar de San José, Manolito Gafotas, Tirolina y Salvador Allende de Carabanchel Alto. En este caso uno de los motivos de la admiración fueron las abubillas que tuvieron a bien buscar afanosamente su alimento a escasos metros del grupo. Esos colores, esa cresta, ese pico largo y curvo… Un llamar la atención continuo.

Siempre agrada ver a una abubilla, y si es delante de un gorrión molinero, mejor

No menos llamativo fue el incesante repiqueteo de un pico picapinos sobre las ramas altas de un álamo negro en el parque de las Comunidades de Parla, visto justo cuando estábamos explicando por qué no salta en pedazos su cerebro con tanto golpe. La escena la compartimos con el alumnado de primero de secundaria del Colegio Aquila, cuyas rutas con diferentes grupos reúnen además un importante aliciente: es el único centro escolar en el que, en su interior, se ve una especie más habitual del campo abierto, la cogujada común.

Terminamos en la ciudad de Madrid, con otro instituto, el Miguel de Cervantes, y con aves más comunes, como la urraca o el mirlo común. Aunque parezca mentira, son dos especies en las que nos fijamos lo justo, si es que nos fijamos, porque muchas veces nos pasan desapercibidas. Pararse, señalarlas y observarlas con paciencia y detenimiento a través de los prismáticos supone un salto de calidad a la hora de apreciar y valorar su presencia, sus colores, sus formas y su comportamiento. Cualquier ave tiene un registro maravilloso que desvelarnos, sea el buitre negro o la urraca. Solo están esperando a que tú te fijes en ellas, y si es con Aver Aves, mejor.

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