Aunque las cotorras argentinas, con sus nidos y graznidos, acaparan gran protagonismo, no hay que dejar de echar la vista hacia los árboles en busca de mosquiteros, carboneros y herrerillos. Desde el suelo reclaman nuestra atención las lavanderas blancas, y entre los setos es el petirrojo el que advierte con su canto quién manda ahí.
Por uno de los pequeños corredores verdes mencionados se accede al vecino barrio de San Cristóbal y al parque de la Dehesa Boyal. La entrada, subterránea, bajo la Gran Vía de Villaverde, depara una imagen espectacular, con unos espigados pinos piñoneros dominando el panorama. Enseguida, pinzones vulgares, carboneros garrapinos y, sobre todo, palomas torcaces, se adueñan de la escena ornitológica.
Pero hay mucho más, porque aún se mantienen setos que otorgan biodiversidad botánica, y hacia el norte se inunda un coqueto estanque especialmente destacable en primavera por la orla de prunos en flor que lo embellece. Buen momento este también para disfrutar de los vuelos rasantes y acrobáticos para beber agua de golondrinas comunes y aviones comunes y roqueros. Ese disfrute lo tiene a pie de aula el alumnado del colegio Navas de Tolosa, cuyas puertas dan al parque.
Como en Aver Aves somos muy inquietos en la búsqueda de rincones donde los escolares descubran la diversidad de aves que les rodean, callejeamos entre los jardines del barrio de San Cristóbal hasta dar con la plaza de la Paloma de la Paz. Para redondear las casualidades ornitológicas, sobre el campanario de la parroquia de San Lucas, situada en la misma plaza, hay un nido de cigüeña blanca, felizmente ocupado en estos días de reproducción para la especie.
En definitiva, que el colegio Navas de Tolosa, pero también el Ramón Gómez de la Serna, Sagunto, República de El Salvador, Antonio de Nebrija, San Pedro, Liceo Rosales; y el instituto San Cristóbal de Los Ángeles, tienen a mano unas aulas al aire libre en las que aprender mucho sobre la biodiversidad que les cuida y les protege.