Ganso del Nilo en el Manzanares

Durante la última semana hemos vivido unas jornadas de Aver Aves muy intensas. Por un lado tuvimos dos salidas con escolares del Colegio María Inmaculada de Carabanchel. Sí, casi en invierno, bien abrigados y con 24 aves vistas uno de los días. Lo flipaban. Poco después, el programa Km de Bicicleta del Canal 33 nos grababa un BiciAves muy particular a lo largo del tramo urbano del río Manzanares. Otra jornada para recordar muy gratamente, sobre todo porque, después de terminar la grabación (lástima que se hubieran marchado los periodistas), pedaleamos un poco más por las orillas para sorprendernos con un visitante poco habitual, apegado a otros cursos fluviales más lejanos: un ganso del Nilo.

El ganso del Nilo es un ave exótica con varias citas aisladas en Madrid. Nosotros lo hemos visto en la orilla del río Jarama, en el término municipal de Algete y, ahora, en el río Manzanares, donde se le ha llegado a ver en el tramo de Madrid Río. Es un ave asentada en nuestro país desde finales del siglo pasado. Procede de escapes accidentales y/o intencionados y, según la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), los avistamientos se dan con mayor frecuencia en pleno invierno (diciembre-enero), acorde con un patrón de llegadas coincidente con el que se observa en Francia, lo que sugiere la arribada de ejemplares desde otras partes de Europa.

Sorpresa mayúscula causaba entre los transeúntes este bello ganso, con apariencia de pato, de alas coloridas y manchas oscuras en los ojos, que descansaba en una isleta del Manzanares. Eso sí, alertados por nuestras indicaciones. Una vez más, las personas que se pararon a admirar al ave, fueran grandes o peques, repararon en ella gracias a las advertencias de Aver Aves. Es lo mismo que explicamos a Tito Navas y Mario Valera, de Km de Bicicleta del Canal 33, mientras nos grababan para su programa, emitido ayer: “la gran mayoría, por no decir todas las personas que pasean, corren o pedalean en estos momentos, se están perdiendo todo lo que estamos viendo y oyendo nosotras”.

Y lo que se perdían era el vuelo fugaz sobre el lecho del Manzanares de un martín pescador, la extremada confianza de una lavandera blanca en los muretes de Madrid Río, la gresca entre urracas y gallinetas en la orilla por la comida, la repentina llegada de numerosas tórtolas turcas para abrevar en el cauce, el nervioso ir y venir del mosquitero común entre la vegetación ribereña a la caza de todo lo que volara, bellos herrerillos haciendo equilibrios para sustraer a un olmo todo su jugo alimenticio… Todo esto se perdían, y más. Por cierto, hay que felicitar a Tito y Mario porque, tras tres horas de BiciAves, concentrarlas en una pieza televisiva de cinco minutos para que quede completa y atractiva, no es fácil. Ellos lo consiguieron. Enhorabuena.

Pasemos a los alumnos y alumnas de sexto de primaria del Colegio María Inmaculada de Carabanchel para dar continuidad a eso de que “lo que vieron ellos no lo ve nadie”. Al final de una de las rutas les pedimos que hicieran de periodistas, que preguntaran a las personas que estaban al pie del estanque del parque de Las Cruces cuántas especies de aves había en ese momento en su lecho y en las orillas.

Micaela fue la primera que sacó un micrófono imaginario y lanzó la pregunta a una corredora habitual por esta zona verde situada entre los distritos de Carabanchel y Latina: “¿Sabe los nombres de las aves que hay en el agua?” La interpelada respondió con la contestación típica del 90% (y nos quedamos cortos) de las personas que frecuentan el parque: “pues no sé, yo veo muchos patos”. El entusiasmo del resto de escolares, basado en lo que ellos sabían y la corredora no, provocó una respuesta coral: “pues nosotros ya hemos visto zampullín común, gaviotas reidora y sombría y ánade azulón, y cormorán, gorriones y palomas alrededor”.

Realmente llegamos a identificar entre los dos días de paseo con estos simpáticos y participativos escolares veintisiete especies diferentes. Sí, ya habían pasado muchas veces por este mismo parque, pero NUNCA se habían percatado, entre otras situaciones, de la belleza y deambular de petirrojos y mirlos, con poses entre arbustos y bancos; de la incansable búsqueda de invertebrados del pito real en el suelo húmedo de la mañana; de la diferencia entre la paloma torcaz y la doméstica o de las peleas entre gaviotas reidoras por defender “su trozo” de estanque donde parecen haber encontrado buena comida.

Que conste que también hablamos de madroños, quejigos, sauces, álamos, pinos, retamas… mosaico vegetal indispensable para que aparezcan muchas de las aves vistas y oídas. Gracias al empeño de varios profesores del Colegio María Inmaculada, especialmente de Juan José Argenté, son ya siete grupos diferentes los que se han venido con Aver Aves para descubrir esta hermosa interacción entre fauna y flora que ocurre a escasos metros de sus aulas, aunque, realmente, la recurrencia a nuestras salidas hace que se empiece a diluir la frontera entre el aula de las cuatro paredes y la del aire libre.

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