Salíamos del parque Paraíso, en San Blas, cuando oímos el característico repiqueteo de un pájaro carpintero sobre un árbol. No lo habíamos identificado aún en el recorrido por los parques de este barrio madrileño. Nos paramos. Le esperamos. “Seguro que aparece”. Y así fue. No solo uno, sino tres ejemplares de pico picapinos. Uno de ellos se encaramó enseguida a un chopo, pero los otros dos nos obligaron a hacer de niña de El exorcista por la cantidad de vuelos en círculo en torno nuestro que comenzaron a dar. Una vez más, un parque urbano fue escenario de un agradable encuentro con las aves.