Seguimos el descenso por la calle Eugenia de Montijo, dejando a la derecha el parque de la calle Patilla, antigua finca del colegio de Santa Rita. Es en este último en el que realizamos la siguiente parada, ya que es el lugar elegido desde hace unos años por una colonia de aviones comunes para instalar sus nidos. Gran tranquilidad, saber que a estos devoradores de mosquitos no se les importuna destrozando esta zona de anidada.
Cerca está el parque de Las Palmeras, o de La Palmera, lugar elegido para instalar en un futuro, esperemos que cercano, la merecida estatua de un insigne roquero del barrio. No, no es el avión roquero, sino Rosendo Mercado. Aquí nos topamos con uno de los impactos que sufre la biodiversidad urbana: la invasión del ailanto. Se trata de una especie de árbol muy utilizado en jardinería que en algunas partes casi oculta a las palmeras.
Estamos ya en la fachada de la finca de Vista Alegre, que compartimos con el parquecito situado entre las calles de Muñoz Grandes y General Ricardos. Sigue siendo muy triste que tengamos que admirar el patrimonio artístico y de flora y fauna de la finca de Vista Alegre desde fuera, porque ni la Comunidad ni el Ayuntamiento de Madrid son capaces de acondicionarlo y abrirlo definitivamente a las vecinas y vecinos de Carabanchel.
Me comentan que se han llegado a oír oropéndolas en su interior. No lo podemos corroborar de momento, pero sí el bullicio de palomas, carboneros, urracas y mirlos. Y también la posibilidad de estar en uno de los rincones de la finca de Vista Alegre que quedaron fuera del perímetro cerrado y que ahora se han convertido en los jardines de Enrique Morente.
Unos pasos más abajo, otro edificio histórico se convierte en lugar de nidificación para las aves. Los vencejos comunes aprovechan las numerosas grietas de lo que queda en pie del antiguo asilo de la Fundación Goicochea Isusi. Si se rehabilita es posible que estos maestros del aíre deserten de aquí, pero también resulta incomprensible que un edificio de estas características se encuentre en semejante estado de ruina. Los espesos jardines de la plaza de Oporto completan esta parada.
Y comienza lo peor, situado en torno a los jardines y miniparques de las dos salidas del metro de Urgel. Los miniparques con añadidos de descampados en abandono que confluyen en la calle General Ricardos con las de Algorta, Camino Viejo de Leganés y Sallaberry muestran un compendio de suciedad fruto de la insolidaridad de las personas y de la dejadez del Ayuntamiento, que, todo sea dicho, reaccionó rápidamente con la limpieza cuando denunciamos dicho estado.
Estamos llegando al final del recorrido, al pie de otro edificio histórico de Carabanchel, la parroquia de San Miguel Arcángel. Los pinos que crecen en la plazoleta adyacente nos regalan la compañía de una especie no vista hasta ese momento, el carbonero garrapinos. Ya al final, asomados al río Manzanares desde los jardines del Puente de Toledo, se suman gaviotas sombrías, ánades azulones y gallinetas comunes.