Moratalaz de verde

Podría ser una licencia para hablar de la lucha que mantiene la escuela pública y su Marea Verde contra los recortes y anteproyectos de ley varios, pero no, en este caso el verde se refiere a los parques y zonas no urbanizadas del barrio de Marroquina, en el distrito madrileño de Moratalaz. Se trata del área más “natural” del distrito y un lugar idóneo para que Aver Aves y los escolares hagan una visita a las numerosas especies de aves que se dan cita aquí y que en muchos casos forman parte del hábitat de colegios e institutos cercanos.

Raro es el parque que no visite el carbonero garrapinos, y los de Moratalaz no iban a ser menos. Foto: Roberto Anguita

Se recomienda comenzar la inmersión en verde en el barrio de Marroquina en la esquina entre las calles Doctor García Tapia y Arroyo de la Media Legua. Un pinar convertido en paseo emboscado permite asomarse al área, aún en estado de descampado,  que más adelante se convierte en el parque de la Cuña Verde de O’Donnell. La zona demuestra que también es bueno dejar áreas de transición vegetal donde no entre el diseño a escuadra y cartabón de los parques al uso. Esto lo agradecen las bandadas de palomas torcaces, estorninos negros, gorriones molineros y verdecillos, que se aprecian a simple vista desde lo alto del pinar.

Entre los pinos, tanto de un lado de la calle Doctor García Tapia, como del otro, repartidos por el parque que lleva su nombre (de los Pinos), hay lugar y momento para disfrutar de carboneros (comunes y garrapinos) y jilgueros, además de las consabidas urracas, mirlos y torcaces. Camino de la siguiente parada en dirección este, el parque de Moratalaz (vale una u otra acera), los petirrojos, mirlos y gorriones comunes asaltan por igual vista y oídos y no desechan ningún seto o arbusto para decir “aquí estoy yo”.

Reproducción de los Toros de Guisando en el parque de Moratalaz.

Durante el recorrido comprobamos que tres centros escolares (colegios Pasamonte, San Martín y Senara e instituto Rey Pastor) tienen la posibilidad de disfrutar de esta algarabía ornitológica directamente desde sus ventanas y patios. El último de los colegios, el Senara, da al parque de Moratalaz (también denominado parque Z por una urbanización cercana), que muestra un acogedor trazado donde combina praderas, arboledas y matorral con una recreación de los Toros de Guisando. Aquí aparece con notoriedad la cotorra argentina, pero también las gráciles evoluciones de lavanderas blancas en el suelo y herrerillos comunes en los árboles.

Vamos a dejar el más extenso y reciente parque de la Cuña Verde de O’Donnell para otro paseo de Aver Aves, porque preferimos salir del verdor de Marroquina por los jardines Dionisio Ridruejo (también lo llaman parque de la Esperanza o del Lago) y su prolongación hasta el parque Miguel Ángel Miranda. Aparenta casi un bulevar de grandes dimensiones escoltado por calles, que desemboca en el anillo verde ciclista y, cómo no, en un colegio, el Gredos San Diego. Su atractiva y variada estructura, que incluye un lago, vuelve a ser un escenario ideal para que la fauna alada urbana lo utilice como morada. De hecho, por aquí vimos a dos amigos que aún no teníamos apuntados: colirrojo tizón y mosquitero común. Nos faltó alguna acuática en el lago, pero el día de la visita no dimos con ninguna, más allá de algunos bandos de gaviotas sombrías que nos sobrevolaron durante la jornada.

Además de los coles e institutos citados, a menos de cien metros de todas las zonas verdes se levantan otros como Manuel Sainz de Vicuña, Doctor Conde Arruga, Pío Baroja, Martínez Montañés y Sagrada Familia. De nuevo, una oportunidad de oro para conocer mejor estos pequeños cofres botánicos de la ciudad y el tesoro en forma de aves que encierran y que pocos saben identificar. Animaros, profes, y descubramos junto a los peques la biodiversidad urbana.

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