Queremos que haya gente que mire a las garzas, y las admire

Comienza el curso 2023-2024. Para Aver Aves es el 12º ya, principalmente abriendo aulas en los parques a escolares de primaria y secundaria de la Comunidad de Madrid. Pero no solo. De hecho, echamos a andar esta temporada por un parque, el Pinar de San José, el 23 de septiembre, con un grupo de personas adultas que se han apuntado a nuestras rutas de Aves de Barrio + Historias de Barrio de Carabanchel (HistoriAves). Todo con la intención de que garzas como las que aparecen en las primeras fotos de este articulo –y muchas más aves– tengan quien las mire y las admire. Se lo merecen, lo necesitan. 

Garza real en el río Orio, en Andoain, Guipúzcoa

En la entrada de agosto al blog os presentábamos una muestra de las aves que nos han acompañado durante nuestros pajareos estivales. Tras publicar el texto, oímos una especie de graznido malhumorado. Una estilizada garza real en vuelo nos recriminaba que no aparecieran ellas en ese repaso. Un poco para corregir ese error, ahí va la primera, la que vimos y pudimos fotografiar en el río Oria, poco después de recibir las aguas de su afluente el Leizaran en la localidad guipuzcoana de Andoain.

¿Qué tiene de relevancia esta garza, aparte de su porte siempre destacado y elegante? Que pasó desapercibida para todas las personas que durante unos quince minutos atravesaron el puente de Alondegi desde donde se veía junto a otras amigas, como gaviotas patiamarillas, chorlitejos chicos y lavanderas cascadeñas. Para esas personas era más curioso ver a alguien con unos prismáticos y una cámara fotográfica con zoom enfocando hacia el Oria que lo que pasaba en su cauce.

Hay veces que esas personas preguntan qué hacemos. En ese momento nos desvivimos por explicar no solo que estamos observando aves, sino la importancia de poder verlas, de tenerlas ahí. Otras veces no preguntan, pero invitamos nosotras a que observen, a que compartan nuestro mismo placer. En este caso, nuestra concentración en identificar si la joven gaviota era patiamarilla o no, hizo que no nos diera por desplegar nuestra labor divulgadora. 

Garza real en el río Bernesga, en la ciudad de León

Hace unos días, el sábado, ha vuelto a ocurrir. En este caso paseábamos por el parque fluvial que hay en torno al río Bernesga en la ciudad de León. Estábamos en un marco paisajístico de los de calidad extra, con el parque de Quevedo en una orilla y el convento de San Marcos en la otra. En ese momento un ave de grandes dimensiones vuela cerca de la superficie. La vemos a intervalos, entre los sauces y álamos que flanquean el río. Se posa en su lecho. Es una garza real.

Es cierto que lloviznaba, que había un gris plomizo en el ambiente de los que no invitan a pasear mucho. No obstante, apareció una mujer con su perro. Nos vio cómo desde lo alto del paseo fluvial escrutábamos el hueco del bosque de galería por el que se dejaba ver a la garza. Ella y su perro bajaron casi hasta la orilla. La garza, mosqueada e inquieta, se metió entre lo más denso de la vegetación de ribera. Se escondió y la perdimos de vista. La dueña del perro no vio a la enorme ave zancuda ni antes ni después.

A lo mejor hasta es posible que esté cansada de verla, pero lo dudamos. Todavía si fueran como las garzas reales de Amsterdam, que se te posan a cinco metros. Pero aquí, en parques urbanos de España, cuando a la gran mayoría de las personas les señalamos con el dedo qué ave estamos viendo, se sorprenden, incluso no dan crédito, que esté ahí, por donde ellas pasean a menudo. Y no decimos nada cuando les prestamos los prismáticos o el telescopio y la ven como si la tuvieran a un palmo.

Halcón peregrino en uno de los cortados de la ciudad de León

Podríamos decir lo mismo del halcón peregrino que vimos también en León, de los papamoscas cerrojillos e incluso grises que vemos ahora por doquier en la ciudad de Madrid o de la abubilla que picotea incansable tras la lluvia entre la hierba húmeda extrayendo fácilmente golosas lombrices. Casi siempre nos encontramos solas admirándolas. Pero esto no puede seguir así, y un curso más, ya el 12º, nos hemos propuesto que la observación de las aves en nuestro entorno directo se convierta en algo importante y relevante, en un motivo de ocio y diversión equiparable a correr, pedalear, pasear al perro o jugar al fútbol o al tenis de mesa en zonas verdes urbanas.

Ya sabéis cuál es nuestro objetivo: que esa nueva diversión y forma de ocio lleve a concienciarnos más de la necesidad de conservar una biodiversidad que la tenemos a la puerta de casa; que la acacia, el plátano de sombra, el olmo, el seto de arbustos (fotinias, boneteros, cotoneaster…), la malva, el cardo, el gordolobo o el jaramago de esas zonas verdes y la fauna que depende de los hábitats que forman son tan importantes como el lince ibérico, el águila imperial, el alcornoque o el acebo.

Abubilla en el parque de La Tirolina, en Carabanchel, Madrid

Y en esa biodiversidad estamos incluidas las personas. Somos además directamente beneficiadas en nuestra salud por tener cerca zonas verdes en buen estado de conservación y mantenimiento. Pero sobre todo de pasear asiduamente por ellas y pararnos a contemplar el fruto del cotoneaster o del majuelo, las hojas rojas que el otoño deja en el liquidámbar, de oír las melodías del mirlo común y el petirrojo o de oler el aroma de la tierra mojada que están dejando las últimas lluvias.

El 23 de septiembre comenzamos una nueva temporada y ya tenemos veintitrés salidas más programadas hasta el 1 de diciembre. ¿Quieres formar tú parte de la próxima? Ya sabes, escríbenos a venteaveraves@gmail.com, seas colegio, instituto, AMPA, familias, grupo de amistades, empresa o si quieres celebrar un cumpleaños en una “piscina de aves”. Estamos deseando mostrarte esas aves “fantasma” que habitualmente de pasan desapercibidas.

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