Ver y estar con la tórtola europea

El mes de agosto compartimos el pajareo urbano con el rural, centrado este último principalmente en la sierra de Béjar salmantina, en torno al pueblo de Peñacaballera. Bosques de robles y castaños que alcanzan las cumbres moderadas de estas tierras y valles con ríos que han recuperado parte de su calidad por el bajón industrial y el aumento de la depuración ambientan nuestros pasos. Sin embargo, es en los pastos y prados cercanos al pueblo donde damos con las mejores observaciones de aves. Este año que SEO/BirdLife se lo ha dedicado a la tórtola europea, nuestra mayor alegría ha sido verla picoteando entre prados y posada sobre las ramas de los árboles.

Ejemplar de tórtola europea captado fugazmente sobre una rama entre pastos ganaderos

La tórtola europea es una de las aves otrora comunes que han visto disminuir drásticamente sus poblaciones por las alteraciones y trasformaciones de los medios rural y agrícola. Que sus efectivos vayan cuesta abajo no impide que se la siga cazando y que nos doliera leer esta noticia, en la que se anuncia la caza de ejemplares durante la media veda en Castilla y León. Precisamente, según denuncia SEO/BirdLife, otra de las causas principales de su regresión es “la excesiva presión cinegética a la que se ve sometida al final de su periodo reproductor, durante la época cinegética de la media veda.

Como en la ciudad, no hay que irse muy lejos para vivir buenos momentos de pajareo. Tras la primera cerca o seto en pleno pueblo saltan las primeras sorpresas

Difícil abstraerse de este sinsentido, pero, sin salir de las casas más alejadas del núcleo rural de Peñacaballera, hubo oportunidad de disfrutar con otros grandes momentos, como el de cinco abejeros europeos volando agrupados y alguno de ellos con picados de caza. Quién sabe si esa agrupación forma parte de su inicio de regreso hacia sus lugares de invernada en África. Sin salir del mundo de las rapaces, otra escena a recordar, justo encima de nuestro alojamiento, fue el acoso al que fue sometida una aguililla calzada por parte de una decena de vencejos, que parecían chillarle que esa porción de cielo les pertenecía.

La insistencia del pico menor por hacer notar su cada vez más acusada presencia se está convirtiendo en un clásico de cualquier salida. En este caso, le vale cualquier árbol (nogal, avellano, álamo negro, roble melojo…) y cualquier rama. Es increíble cómo saca provecho incluso de los vástagos. Y mientras miras al pico menor no es difícil que se cruce un trepador azul, un agateador común y los habituales herrerillos, carboneros y mitos. En la tapia cercana, sea sobre ella o entre las zarzas, el chochín, el petirrojo y las currucas delimitan su territorio.

El arrendajo, junto al rabilargo, es uno de los córvidos más abundantes de la sierra de Béjar

Una “panda” de cien pinzones vulgares nos volvió a fijar la vista en el suelo, muy cerca de donde andaban las tórtolas. Les acompañaban pequeños grupos de verdecillos y jilgueros, algún colirrojo tizón solitario y, “cuidado, más al fondo, mira”, nos sorprendemos. En torno a una decena de zorzales charlos hace competencia culinaria con las cornejas tras el rastro de tierra removida que dejan un par de caballos. Nos impresionó lo esbelto de sus figuras, que desde lejos nos confundieron con bisbitas.

Durante todo los recorridos no dejamos de oír y ver a oropéndolas, rabilargos, arrendajos y abejarucos. Estos últimos nos deleitan con vuelos continuos ya muy cerca del pueblo, que combinan con posados en cables para: uno, deglutir el invertebrado capturado tras su incursión área; y dos, fijarse en su próxima presa. Pero si de cables hablamos, nos quedamos con la estampa de primera mañana del posado sobre ellos en pleno pueblo de decenas de aviones comunes y golondrinas comunes, principalmente jóvenes de este año, solazándose con los primeros rayos y recibiendo aporte alimentario de sus mayores. No es raro encontrar en esta escena a algún ejemplar de golondrina dáurica.

Las golondrinas dáuricas también son habituales de los cables en zonas rurales

De esta manera nos hemos puesto las pilas pajareras para emprender las rutas urbanas con el nuevo curso, eso sí, aderezadas de algún avistamiento y “ladrido” retumbante de un joven corzo a diez escasos metros de nuestra presencia y de zorros merodeando en busca de ratoncillos entre cercados y tapias de prados. Conviene mantener en forma la vena naturalista y educadora para ejercitarla en este 2015-2016 con los escolares que se apunten a las rutas de Aver Aves.

Una última recomendación, si os pica el gusanillo y decidís compartir estas y otras muchas oportunidades de pajareo diverso que ofrece Peñacaballera y sus alrededores, alojaros en casa rural La Mansio de la Plata. Víctor, su dueño, es conocedor de la fauna alada autóctona y siempre son de agradecer las informaciones y recomendaciones que aporta. Bueno, el alojamiento y el servicio también merecen la pena eh.

 

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