Benditas antenas

A falta de árboles, buenas son antenas. No es que abominemos en Aver Aves a los árboles, ni mucho menos. Cuantos más haya y se respeten en las ciudades, mejor. Pero estamos seguros que muchos escolares, cuando se asoman a las ventanas de sus casas y coles en Madrid lo que alcanzan a ver son edificios enladrillados, asfalto, tejados y antenas, de televisión y de telefonía móvil. Pues bien, en las primeras amaneció el otro día el cernícalo vulgar de la fotografía, la rapaz diurna más urbana de todas. Y no es la primera ni única vez que una antena depara un avistamiento ornitológico de este tipo.

Cernícalo vulgar posado en una antena del barrio de Carabanchel (Madrid)

El cernícalo vulgar aguantó en lo alto de la antena el tiempo que tardó en hartarse de la persistencia de una urraca por echarle. Menudas son las urracas: curiosas, entrometidas, mandonas… Además, por muy rapaz que sea el cernícalo, los diez centímetros de cuerpo que le saca el córvido también pesan a la hora de determinar “quién manda aquí”. Pero, “que nos quiten lo bailao”, ahí quedan los cinco minutos de deleite con prismáticos y telescopios en ristre.

Como veis, se trata de una escena más de naturaleza salvaje vivida en plena ciudad, desde casa (por cierto, poco después un par de urracas armaron un revuelo enorme entre los gorriones habituales de las salidas de humo y repisas de la vivienda de enfrente). Como ya hemos contado por aquí, las antenas también funcionaron como descansadero y atalaya circunstancial para los abejarucos que en septiembre merodeaban por Carabanchel durante los prolegómenos de su vuelta a África.

Antes de su marcha hacia África, los abejarucos recalaron también en las antenas de Carabanchel

Ya hemos citado a cernícalos, urracas y abejarucos como habituales de las antenas urbanas. Por supuesto hay que añadir a los gorriones, sobre todo los que se posan ahora en invierno para ver si les toca algo de las migas de pan de los bocatas de las meriendas hogareñas o de los restos de magdalenas y galletas del desayuno que les dejamos en la terraza. Algo similar ocurre con los restos de corazones de manzanas y peras, en este caso con los mirlos como destinatarios.

Pero hay más. En las antenas hemos visto recalar a las dos palomas urbanas por antonomasia (doméstica y torcaz), a las cada vez más ubicuas cotorras, a los parlanchines estorninos y, de forma más esporádica, a colirrojos tizones, verderones, verdecillos y jilgueros. Estos tres últimos haciendo honor a su condición de buenos canoros y alegrando alguna que otra mañana, especialmente primaveral. Trece especies en total a las que en cualquier momento se puede sumar incluso una cigüeña, como las que frecuentan las antenas de varios edificios en el barrio vallecano de Palomeras.

Bulliciosos, parlanchines, gregarios… Estorninos negros, otros habituales del paisaje urbano con antenas

Sí, nos falta algo muy importante por añadir. No todo el mundo es capaz de distinguir a 50 metros de distancia la silueta de un cernícalo que, a simple vista, pasa para el 99% de los vecinos por una paloma. Por eso os animamos a apuntar a vuestros peques a las rutas que organizamos con centros escolares y ampas por los parques y jardines de Madrid, donde descubrimos que hay vida, mucha vida, más allá de gorriones y palomas.

 

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