Buen tiempo para ver aves

Llegamos con unos días de retraso a nuestra cita quincenal con este blog, donde reflejamos principalmente las andanzas de pajareo urbano con escolares y grupos familiares. En esta entrada el protagonista es el colegio público El Greco, ubicado en el distrito de Villaverde (Madrid). Es uno de los que, superando eso del “mal tiempo”, entienden que el otoño y el invierno también aportan “buen tiempo” para ver aves. Que se lo pregunten a las alumnas y alumnos de tercero y cuarto de primaria que están disfrutando a fondo con garcetas, milanos, grullas, petirrojos, estorninos, cigüeñas, ánades, gorriones, cormoranes… Aunque cada vez se lo ponen más difícil.

La ilusión de escribir la primera lista de aves identificadas en una excursión

Y decimos “están disfrutando” porque nuestras andanzas con ellos aún no han terminado, ya que faltan algunos grupos con los que seguir practicando el sano ejercicio del safari urbano a las puertas de su cole y de sus casas. Es cierto que un par de salidas las hemos aplazado por las lluvias otoñales, pero también que en otras nos hemos aventurado con algunas gotas que no suponían ningún impedimento para el paseo pajarero. Lo único, que este año nos hemos encontrado con demasiadas obras en nuestro recorrido hasta las orillas del río Manzanares.

Una auténtica y sana aula al aire libre

Desde que comenzamos las salidas con el cole El Greco el itinerario se ha visto notablemente alterado, y con ello el hábitat de numerosas aves, que incluía vegetación de transición (arbolado y matorral) entre parques y campo abierto. Un polideportivo, la tala y vallado de uno de esos descampados (en las primeras rutas con El Greco aún disfrutábamos con ellos) y la “domesticación” continua de las orillas del río Manzanares (construcción de accesos, nuevos caminos, “limpieza” de vegetación…) hacen que hayamos perdido la oportunidad de observar pitos reales, colirrojos tizones y lavanderas blancas donde antes eran unos fijos de la ruta.

Antes paseábamos libremente por el descampado, ahora hay que adivinar a través de la valla las aves que resisten en él

Ya nos pasó con la salida familiar con la asociación de madres y padres de alumnos del colegio El Espinillo, también de Villaverde, con un acceso al Manzanares tomado por las máquinas, las vallas y los escombros de las obras. Es cierto que la prolongación de los caminos que lindan con el río, una vez que salen del parque Lineal del Manzanares, tienen tramos complicados, con firmes en mal estado e incluso peligrosos, pero de ahí a levantar las márgenes de parte del cauce para acondicionarlo tan a fondo va un abismo.

En todo esto, como en el cable esquí que quieren hacer en otro de nuestros recorridos preferidos (en el lago del parque Alhóndiga de Getafe que visitamos con escolares del instituto Altaír), subyace el afán por domar continuamente los paisajes, sin darse cuenta de lo que pulula en ellos. Desgraciadamente, somos pocos los que, de la mano de escolares de muy variada edad, hacemos valer que el avistamiento e identificación de pájaros carpinteros, córvidos y aves marinas, rapaces o zancudas es tan importante y apasionante (o más, y mucho más barato) como la cancha de fútbol o el cable esquí.

Nada, que hoy no podemos pasar por aquí y encima han cortado el árbol en el que se encaramaba el pito real

Somos pocos, pero muy tozudos, de ahí que sigamos impulsando nuestras salidas para que muchos más escolares como Zaida, Hugo, Gabriel, Carlota y Lidia, entre los doscientos de El Greco que nos están acompañando estos días, nos digan: “cómo mola esta excursión, nunca pensaba que había tantas aves”, “porfi, porfi, ¿puedo ver otra vez al ánade por el telescopio?” (claro que sí, era la quinta vez que lo hacía), “jo, pero si seguimos cerca del cole y ya hemos visto ocho especies”…  “Muy bien lo que has comentado con el monitor, eso también es importante para subir tu nota”. Esto último es cosa de una de las profes. Nos gusta que las rutas también fomenten la expresión de los alumnos y otras formas de evaluar de las profes.

A nosotros hay momentos que nos ponen la piel de gallina, como ver a todos los peques en silencio absoluto, identificando el canto de un petirrojo en un seto, el del mosquitero común sobre una acacia y el del mirlo a ras del suelo. Y sí, al lado del cole. Es toda una experiencia sensorial, dentro de una mayor emocional que no deberíamos robar a estos niños y niñas, por muchos polideportivos, aparcamientos, cable esquí o parques lineales que se líen a construir. Por suerte, el cole El Greco cuenta con unas profesoras que llevan cuatro años creyendo que es imprescindible que sus alumnos vivan esta experiencia emocional. Las aves nunca nos fallan.

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