Bueno, vimos a la focha común, a la gallineta común (7), al cormorán grande (8), a dos patos criollos (9), a dos gansos del Nilo (10) y a varios ánades azulones (11). Sí, todo esto donde el resto de paseantes posiblemente solo viera “patos”. Y cuidado, que por supuesto no perdíamos atención a las encinas y matorrales de zarzas y escaramujos donde se oían y veían currucas cabecinegras (12), colirrojos tizones (13), verderones (14), lúganos (15), pinzones vulgares (16) y más verdecillos.
Remontando el arroyo por su margen izquierda seguimos disfrutando de los ánades azulones, pero también de la gran variedad y calidad de especies que se acercaban y alejaban entre la vegetación de ribera y las encinas y pinos piñoneros de los alrededores. Así, dimos con palomas torcaces (17), grajillas (18), pitos reales (19), mirlos (20) y carboneros (21) y herrerillos (22) comunes. Hasta llegar a un retazo de vegetación más cerrada en torno al arroyo. Ahí vimos una especie invernante no muy común entre los parques de Madrid, el zorzal alirrojo (23). Se ocultaba tanto entre el ramaje que fue imposible hacerle una fotografía más nítida que la que veis.
Decidimos concluir la ida en uno de los jardines encharcados dentro del tronco del árbol imaginario que forman las 470 hectáreas de este gran parque. El jardín, de inspiración japonesa, con pasarelas, cabañas y muchas piedras y vegetación en el lecho del agua, nos ofreció la posibilidad de oír al ruiseñor bastardo (24) y de ver a tres zampullines comunes (25) muy activos, que hacían constantemente honor a su nombre sumergiéndose y emergiendo del agua.
Optamos por regresar por la margen derecha del arroyo de Las Zorreras y sentarnos tranquilamente frente a ese retazo de vegetación de ribera que combina arbustos y árboles donde vimos al zorzal alirrojo, porque en la ida sentimos que había mucha más vida con alas. Y así fue, además del zorzal alirrojo, se juntaron en poco tiempo un picogordo (26), varios pinzones vulgares, verderones, lúganos, verdecillos, mosquiteros comunes (27), carboneros comunes y garrapinos (28), mirlos comunes, el vuelo de un pico picapinos (29) y, lo mejor de todo, un martín pescador (30).
Es el mismo lugar y minuto de la foto de la portada de esta entrada al blog, pero en el momento de alzar el vuelo y perderse aún más dentro de esta maraña de vegetación. Las fotos son de Yaguine Rico, y creemos que reflejan uno de los instantes más bellos en los que hemos sorprendido al martín pescador. No es un primerísimo plano perfectamente enfocado, sino que le retrata en su ambiente, dentro de un “lienzo” de vegetación donde destacan las varas rojizas de los sauces en invierno. Era el momento también de disfrutar del nadar más discreto entre el arroyo de algunas parejas de ánades azulones.
E igualmente es el momento de decir adiós con esa gallineta de espaldas en la misma laguna donde fotografiamos a la focha y los gansos del Nilo. Pero antes, querían completar la lista de aves identificadas la lavandera blanca (31), el pardillo común (32), las cotorras argentinas (33) y, sobre todo, la rapaz de rigor de casi toda ruta de Aver Aves. Estábamos terminando y nos parecía raro no haber visto a un milano real o a un cernícalo vulgar. Este chequeo nos tenía reservada una última sorpresa, nada menos que un joven ejemplar de águila real (34). Sí, 34 especies al lado del colegio Alfredo Di Stéfano, tan real como el águila.