Doce especies de aves sin salir de mi calle

Verderón, verdecillo, estornino negro, avión común, golondrina común, gorrión común y mirlo común. Así, sin salir de una de las calles que rodean al centro de infantil, primaria y secundaria obligatoria (CEIPSO) El Encinar de Torrelodones, comenzamos la última ruta del curso 2014-2015 con escolares. Aunque no con el grupo, días antes, chequeando la zona observamos desde la misma calle tórtola turca, vencejo común, jilguero, paloma torcaz y buitre leonado. Pues eso, doce especies de aves casi desde la valla del centro escolar; una nueva muestra de que la biodiversidad llama a las puertas de casas y centros escolares y que lo hace incluso para mejorar la capacidad cognitiva de los estudiantes.

En más de una ocasión hemos resaltado por aquí los estudios científicos y los razonamientos variados de expertos sobre el efecto saludable de esa llamada de la biodiversidad a nuestras puertas, sobre disfrutar de los entornos verdes urbanos y periurbanos. Hace pocos días, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) daba a conocer las conclusiones de una nueva investigación en la que ha participado, realizada entre 2.600 alumnos de primaria. “Los espacios verdes influyen en el desarrollo cognitivo de los niños”, refleja el estudio, y subraya que “el contacto con la naturaleza en la escuela desempeña un papel fundamental en el desarrollo del cerebro”. Vamos, lo que promueve Aver Aves con sus rutas por el entorno natural directo de los centros escolares.

No nos resistimos a reproducir íntegramente uno de los párrafos de las conclusiones: “Durante un período de doce meses, la exposición al verdor dentro y alrededor de las escuelas, determinado por datos de satélite, se ha relacionado con una mejor capacidad mental para manipular de forma continua y actualizar las facultades de información conocidas como memoria de trabajo y memoria de trabajo superior, respectivamente, y con una reducción de la falta de atención, independientemente de la etnia, la educación de la madre y el empleo de los padres”.

El recorrido con los alumnos y alumnas del CEIPSO El Encinar lo realizamos el penúltimo día del presente curso, con la chavalería más pendiente de terminar las clases y huir del entorno escolar que de atender a los últimos coletazos docentes. Con ese riesgo afrontamos nuestro último recorrido, pero hete aquí que nos sorprendió muy agradablemente la atención mostrada durante todo el recorrido, entre otras cosas porque ninguno había visto u oído jamás en sus centenares de paseos por las calles que circundan al centro siete especies de aves distintas. Es decir, la biodiversidad del derredor les motiva y capta su interés.

En ningún momento nos separamos más de un kilómetro de las puertas del CEIPSO El Encinar, incluida la visita a uno de los retazos de monte mediterráneo que hace honor a su nombre. La encina, la jara, el enebro y la retama resisten ante el terreno ganado por las urbanizaciones, vías de comunicación, los pinares de repoblación y los ailantos invasores esparcidos a partir de los plantados en jardines y calles de Torrelodones. Acabamos viendo también buitres leonados, además de un milano real sobrevolando sigiloso un parque, y disfrutando con los cantos y movimientos inquietos entre los pinos de carboneros garrapinos, herrerillos capuchinos y comunes y agateadores comunes.

A menos de un kilómetro de su lugar de estudio, alumnos y alumnas de primero de secundaria descubrieron por primera vez una biodiversidad dispuesta a ser observada, disfrutada e interpretada. Y como se ha vuelto a demostrar con estudios científicos, ese contacto con la naturaleza a pie de aula no solo es estimulante por los conocimientos que transmite, sino también por el impulso a las capacidades cognitivas del alumnado. Y, claro, todo esto aderezado con los comportamientos, historias y curiosidades que nos transmiten nuestras amigas las aves, integrantes indispensables de esa biodiversidad tan cercana.

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