Se puede decir que nuestro hábitat natural es la biodiversidad urbana madrileña. Sin embargo, eso no quita para que en alguna ocasión acudamos a pinares y fresnedas en Casavieja (Ávila) o, más recientemente, a los campos de cultivos y los bosques de ribera de Carranque (Toledo). Esta última ruta precedió a otra, más cercana en el tiempo (vamos, del viernes pasado), por Humanes de Madrid. Si hubo una cosa que sorprendió en ambas es la diversidad de aves que deparan terrenos aparentemente yermos, planos y con vegetación escasa para la aparición de aves. Gran equivocación.